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Nacimiento del Metodismo

Una tarde un cansado joven ministro de la Iglesia de Inglaterra afanosamente se encaminaba por una brumosa calle de Londres para encontrarse con unos amigos. Este hombre no estaba muy cansado por largas horas de trabajo físico sino por largas semanas y meses de búsqueda espiritual. Había algo vital para la vida religiosa que él no tenía en sí mismo; y a diferencia de mucha gente Juan Wesley no estaría satisfecho hasta encontrarlo.

 

Esto a grandes rasgos es su historia. Era temprano esa tarde de mayo –mayo 24 de 1738– en que Wesley se congregó con un pequeño grupo en un apartado aposento en la calle de Aldersgate en una reunión de oración. Afuera no estaba oscuro todavía, porque la luz del día se prolonga hasta tarde en Inglaterra durante el mes de mayo. Adentro había una atmosfera de gozo y búsqueda ferviente. Aquellos en ese aposento habían fracasado tratando de encontrar en los majestuosos servicios de la Iglesia de Inglaterra todo lo que ellos buscaban ávidamente en el camino hacia el auxilio espiritual. Así que ellos, se reunían semana a semana para buscar fuerza adicional en una reunión informal de este tipo.

 

Juan Wesley vino, como él más adelante testifica, “de mala gana”. Pero por tres meses él había estado pasando a través de un periodo de intensa lucha interior que durante las dos últimas semanas este conflicto parecía haber llegado a hacer crisis. Todo a través de ese día vislumbra signos de que algo decisivo estaba a punto de ser alcanzado. Cuando se levantó a las cinco en punto de aquella mañana, Wesley abrió su Nuevo Testamento y encontró estas palabras que lo confortaron: “Nos ha dado preciosas y grandísimas promesas para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina” (2 P.1:4) “Participantes de la naturaleza divina”. El cerró el libro para meditar en tal promesa, luego abrió su Testamento otra vez y otro versículo pareció brotar de la página para confortarlo. “No estáis lejos del Reino de Dios”. (Mr. 12:34). Toda la mañana estas dos promesas llenaron su mente. Cuando llegó la tarde, fue a unirse a la congregación que se reunía en la gran Catedral de San Pablo.

 

Gran amante de la música selecta, como era, el corazón de Wesley estaba atento mientras el coro entonó la antífona “De lo profundo, oh Jehová a tí clamo”. La música en la Iglesia esta justificada para siempre en lo que hizo por este hombre. “Porque en Jehová hay misericordia y abundante redención con él; y él redimirá a Israel de todos sus pecados”. Sal. 130: 1y 7-8. Cuando Wesley dejo su habitación esa tarde, tal vez sólo pensaba caminar un poco, pero una vez en la calle él fue infaliblemente a esa reunión en la calle Aldersgate. Qué himnos estaban cantando, qué clase de oraciones estaban diciendo, no lo sabemos. Todo lo que sabemos es que ese joven ministro permaneció ahí sentado en silencio hasta cerca del cuarto para las nueve, su atención estaba fija en las palabras del expositor. Aún la identidad del expositor se ha perdido en la historia. En ese momento no era expositor sino lector. El estaba leyendo el prefacio que Martín Lutero había escrito doscientos años atrás, para explicar a los protestantes alemanes, lo que Pablo tenía en mente cuando él escribió su Epístola a los Romanos. ¿Qué fue lo que sucedió? Oigamos como Wesley describe el suceso.

 

“En la tarde fui de mala gana a una sociedad en la calle Aldersgate, donde uno estaba leyendo el prefacio de Martín Lutero en la Epístola a los Romanos. Como al cuarto para las nueve, mientras estaba describiendo el cambió que Dios opera en el corazón a través de la fe en Cristo, en Cristo solamente, para mi salvación, me fue dada la seguridad que él había perdonado mis pecados, aún los míos, y me había salvado de la ley del pecado y de la muerte”. Ahora veamos lo que Wesley dice después: “Yo empecé a orar con todas mis fuerzas por aquellos que de una marca especial me habían perseguido y ultrajado”. Entonces abiertamente testifiqué a todos los ahí reunidos lo que había sentido en mi corazón. Wesley era un alma liberada, y yendo hacia arriba en entusiasmo y gozo, para ser el hombre que trajo nuevamente a la vida el Cristianismo en Inglaterra y el que dio al protestantismo su carácter evangélico. Uno de los grandes historiadores de Inglaterra (W.E.H. Lecky) escribió. “No es una exageración decir que el suceso acaecido en esa humilde reunión en la calle Aldersgate dio origen a una época en la historia de Inglaterra”. …y ciertamente, en la historia del mundo”. ¡Porque esto fue el nacimiento del Metodismo!

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