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Suicidio!

La muerte, el dolor y el suicidio.

Muchas veces evitamos hablar de estos temas, pero estos problemas están a nuestro alrededor mucho más cerca de lo que imaginamos.

Mucha gente vive en un dolor insoportable ya sea físico o emocional, y en ocasiones este intenso sufrimiento les impide ver opciones para salir de tal dolor más que el suicidio.

Creemos que este dolor es real, y que a Dios le duele ver a su creación ser atormentados por este tipo de “aguijones” y como Cristianos debemos ser sensibles a ese sufrimiento, y ayudar en nuestras posibilidades a combatirlo, por los medios médicos y terapéuticos necesarios y por los medios espirituales como la oración, el ayuno, la consejería y cuidado pastoral.

Creemos que el suicidio no es la forma en que una vida humana debe terminar, pues es jugar el papel de Dios. A veces el suicidio es el resultado de la depresión profunda no tratada o de un dolor o sufrimiento que no se ha atendido. Los cristianos tenemos la obligación de velar porque todas las personas a nuestro alcance tengan el acceso a la terapia y al cuidado pastoral y médico necesarios en aquellas circunstancias.

Nos oponemos al suicidio asistido y la eutanasia. Pero cuando las intervenciones humanas, las tecnologías médicas pueden ayudar a prolongar la vida pero no sanar, ni mejorar el estado de sufrimiento ¿Qué debemos hacer? ¿Nos estamos aferrando en contra de la voluntad de Dios? El uso de medicamentos y tecnología médica deben ser usados responsablemente, sobre todo cuando su capacidad ha llegado a sus límites. Por lo tanto no podemos imponer una carga moral a la familia de un paciente terminal con el objetivo para prolongar la vida de forma artificial, no debe confundirse esto con el abandono o negligencia, debe tomarse más como el acto entregar a la persona en las manos de Dios. En alguna ocasión leí que Dios siempre sana a sus hijos, a veces lo hace en una forma milagrosa, en ocasiones lo hace por medio de la mano de médicos y enfermeras, medicinas y tecnología clínica, y a veces con la muerte… y es verdad, recordemos al estar en su presencia no tendremos más enfermedades ni dolor.

Recientemente se aprobó en california la legalización del suicidio asistido, lo cual consideramos definitivamente como una ofensa contra Dios quien es el único que tiene dominio sobre la vida y buscar terminar con la vida propia se considera un abandono de la esperanza y la humildad delante de Dios. Por lo tanto reprobamos la eutanasia y el suicidio asistido.

Ahora, he escuchado muchos cristianos juzgar muy duramente condenando a quien ha cometido un acto de suicidio, algunos de ellos declaran que sin lugar a dudas el suicida debe estar en el infierno. Pero, ¿Cómo lo saben? Debemos recordar que no es por las obras que somos salvos, sino por la fe en Jesucristo, ¿cómo reconciliamos la compasión por alguien que sufre y que se ha quitado su vida? No juzguemos, pero compartamos la esperanza que tenemos en Jesucristo con aquellos que sufren, y así podrán afirmar con nosotros que nada, incluyendo el suicidio, nos separa del amor y la gracia de Dios (Romanos 8: 38-39). Por lo tanto, lamentamos la condenación de personas que se quitan la vida, y consideramos injusto el estigma que tan a menudo cae sobre los familiares y amistades sobrevivientes. Nuestra responsabilidad como comunidades de fe es rodear con amor y cuidado a aquellos que están en riesgo, los que han sobrevivido un intento de suicidio y a los que han perdido a sus seres queridos.


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